Roberto
Gaspar González fue uno de los
fundadores e iniciadores del Estudio
Géminis (“refugio de
creativos”) en 1970, junto a Francisco Abel Camet (“Pancho”), Carlos García
“Lamas” y Silvestre Szilagyi (“Frank”).
Cuenta Gaspar:
-El cuarteto incial se formó porque luego de la renuncia de Alberto
Breccia al Instituto de Directores de Arte (IDA), todos sus alumnos nos
reunimos -a invitación de él- en su casa, con el propósito de buscar un lugar
apropiado, en donde Alberto estaba dispuesto a darnos clase “sin cobrar un
peso”, pues estaba “muy conforme con todos nosotros”:
El cuarteto (del cual solo Gaspar pertenece al signo zodiacal Gémenis) se puso en marcha, con todo el esfuerzo (la primera mesa de dibujo, las sillas, las lámparas...) y toda la esperanza en concretar sus sueños. Era tiempo de recorrer editoriales y agencias. Con el paso de los meses, renunciaron “Pancho” y “Lamas”, y fueron llegando Alberto Barragán (con quien, al asociarse, pasaron a ser un trío) Hernán Torre Repiso, Horacio Merel, Rubén Villarreal, Hugo Díaz (Huadi), Gerardo Canelo, Diego Navarro, Ángel Fernández, Alberto Caliva, Carlos Leopardi y Víctor Braxator. Más adelante, se incorporaron José Massaroli, Ramón Gil y Abelardo Bustos.
También recibían visitas
de amigos como Oscar Novelle, Stella Maris Fusse, Miguel Prystupa, Ernesto
García Seijas, Rafael Rodríguez (Falin), Susana Redín, Alex Salas, Carlos
Branca, Cilencio, Lucho Olivera, Julio Dolz, Miguel Repiso (Rep), Eugenio
Mandrini, Jorge C. Morhain, Carlos Traquia, Carlos Clemen, Siulnas, Safino,
Ricardo Villagrán, Jorge Gemelli, Pedro Santillán, Alfredo Falugi, Anselmo
Borello, Ana Favasa, Sergio A. Mulko, Jorge Feldman, Lito Fernández, Douglas
Wright, Peni y Morgan.
Muchos años después, en
1993, al fallecer el padre de Gaspar (Gaspar José González, quien había
oficiado de garante en el inicio), el Estudio Géminis se cerró definitivamente.
Habían pasado 23 años de un camino pleno de creatividad...
Aquel mítico espacio, pleno de trabajo y bohemia, es hoy un muy grato recuerdo entre quienes lo frecuentaron. No es para menos: ejercer como profesión lo que se ama, y como si fuera poco entre amigos y colegas, es un privilegio único. Nos resta indicar que el lugar (conocido como La Oficina) se mantenía con el aporte de todos los dibujantes, quienes además solían ayudarse entre sí en los trabajos a realizar. Gaspar colaboraba con algunos de sus colegas y también desarrollaba sus propias historietas.
Les sugiero visitar el blog José Massaroli Historietista y la
página Mil Plumines de la Historieta Argentina, donde
encontrarán mucha más información, historia e imágenes.
Pero ahora quiero referirme a otro aspecto, no menos valioso para Gaspar: es participante habitual de las reuniones homenaje organizadas por ChristianVallini Lawson (director de la revista Sensacional y gran especialista en ciencia ficción e historietas, entre otras muchas actividades) en el bellísimo Café Artigas (Barrio Villa General Mitre). El mismo cuenta, además, con un amplio sector de libros (Biblioteca Popular Ansible, dedicada al género mencionado y dirigida por Carles Ros Mas) y un espléndido teatro.Lugar de encuentro entonces de las glorias de Géminis, junto a artistas destacadísimos como Stella Maris Fusé, Natán Solans, Lito Lococo y otro gran especialista en la ciencia ficción: Roberto Luis (disculpas para los integrantes que en este momento escapan a mi memoria). Por mi parte, muy agradecido de haber sido invitado a tan cálidas reuniones.
En una de esas ocasiones, Gaspar (homenajeado en su momento, por
supuesto) compartió con nosotros un cuaderno artístico de sus años de
aprendizaje. Volví a descubrir en esas hojas lo que todo aspirante a dibujante
de historietas, o simplemente lector apasionado, suele realizar a esa edad:
ilustraciones de aquellas historietas que lo fascinaban en la infancia, que
enriquecieron sus días y que soñaba él mismo con poder crearlas un día,
coleccionarlas, o aportar lo suyo para ese mundo de imaginación gráfica tan en
auge por esos tiempos.
Vaya si lo logró. Es por eso que, ahora aquí, adjunto varios de los dibujos de ese libro (que Gaspar me permitió fotografiar y que, como se verá, no hacen falta describir porque son más que familiares) y que solo pueden pertenecer a una etapa de la vida: la que inicia el camino de la vocación. Muchos historietistas o aspirantes a serlo, de ayer o de hoy, se verán representados. Un símbolo que les da una identidad propia. Sus páginas amarillentas, más que el paso del tiempo, reflejan y consolidan la magia que en un momento tienen los sueños por cumplir. Los que Gaspar supo llevar a la realidad con amor y mucho trabajo.