Continuamos con el texto de Roberto Fontanarrosa: "Cocinemos un Inodoro":
Pero, confesémoslo, aún campea en nosotros una preocupación primaria que nos desvela: encontrar un chiste de remate. Si no sabemos hacia dónde vamos, nos perdemos. Veamos: el hallazgo de un buen tema nos ha significado resolver un 30 por ciento del problema. Pues bien, el descubrimiento de un digno remate nos resolverá otro 30 %. Incluso, a veces, debo confesarle, doy casualmente con un chiste o con una situación que configura, en sí, un buen remate para una historia. Entonces, desandando desde allí, armo la trama hasta el comienzo. Tal es la importancia que le atribuyo al desenlace. Pero, no se me distraiga, seamos optimistas y supongamos que encontramos un final aceptable para alguno de los casilleros abiertos. Habrá sido un día bien aprovechado, por lo tanto. Ya tendremos una estructura para la tira y quedarán una, o dos más, a medio hacer, para ser completadas el día de mañana, si a usted no lo ocupa algún otro compromiso. El que guarda siempre tiene. Al igual que el esforzado pueblo israelí, de un desierto habremos obtenido un vergel.
Pero, pensándolo mejor, y con un golpe de timón propio de un escritor efectista, volvamos a los comienzos de la nota cuando presumíamos de contar con un tema ya dado por las circunstancias.
No partamos de la nada justamente con usted, que no acredita experiencia en la materia y, además, no parece ser muy lúcido que digamos. La libido viene en nuestra ayuda, amigo mío. El moreno juez Clarence Thomas ha inaugurado el envidiable acoso sexual. Un objetivo claro nos ahorra un montón de tiempo y puede ejemplificar mejor el trámite del armado de la tira. Diga usted ¿a quién le cuadra mejor dicho acoso? ¿Será para Inodoro? ¿Será para Mendieta? ¿Habrá que recurrir a los siempre desaforados loros? ¿Se ajustarán a ese rol los poco refinados pampas del cacique Lloriqueo? ¿Deberán aparecer las alpargatas bactereológicas? ¿Será tema para el doctor Citado Nosocomio? Expídase. Elige los loros. Muy bien. Pero... ¿no le parece que un tema de acoso sexual, con miles de loros allí presentes, sería un tanto promiscuo? ¿No le suena como un tema necesitado de cierta intimidad? Nada de loros, entonces.
La cosa parece venir como anillo al dedo para Nabucodonosor II, el chancho campeón. Recurriremos, de todos modos, a la salvadora carpeta para rescatar algo atinente al apasionante mundo del porcino y llegar, triunfales, al remate. ¿Cúal es el remate? ¿Se le ocurre algunos? Córtela con los loros, viejo. Nabucodonosor II rechaza el acoso sexual de las chanchas. Aduce haber sido vendido a los Estados Unidos como reproductor. Fantasea futuras relaciones con las cerdas más bellas del mundo, las cover-pigs. Pero luego Pereyra lo vuelve a la realidad: su destino es una granja experimental de inseminación artificial. Ya sé, no es un final de gran nivel literario pero ¿qué pretende por el precio de un diario?. Confíe, a este final lo defenderemos con otros chistes más chiquitos.
Pero, confesémoslo, aún campea en nosotros una preocupación primaria que nos desvela: encontrar un chiste de remate. Si no sabemos hacia dónde vamos, nos perdemos. Veamos: el hallazgo de un buen tema nos ha significado resolver un 30 por ciento del problema. Pues bien, el descubrimiento de un digno remate nos resolverá otro 30 %. Incluso, a veces, debo confesarle, doy casualmente con un chiste o con una situación que configura, en sí, un buen remate para una historia. Entonces, desandando desde allí, armo la trama hasta el comienzo. Tal es la importancia que le atribuyo al desenlace. Pero, no se me distraiga, seamos optimistas y supongamos que encontramos un final aceptable para alguno de los casilleros abiertos. Habrá sido un día bien aprovechado, por lo tanto. Ya tendremos una estructura para la tira y quedarán una, o dos más, a medio hacer, para ser completadas el día de mañana, si a usted no lo ocupa algún otro compromiso. El que guarda siempre tiene. Al igual que el esforzado pueblo israelí, de un desierto habremos obtenido un vergel.
Pero, pensándolo mejor, y con un golpe de timón propio de un escritor efectista, volvamos a los comienzos de la nota cuando presumíamos de contar con un tema ya dado por las circunstancias.
No partamos de la nada justamente con usted, que no acredita experiencia en la materia y, además, no parece ser muy lúcido que digamos. La libido viene en nuestra ayuda, amigo mío. El moreno juez Clarence Thomas ha inaugurado el envidiable acoso sexual. Un objetivo claro nos ahorra un montón de tiempo y puede ejemplificar mejor el trámite del armado de la tira. Diga usted ¿a quién le cuadra mejor dicho acoso? ¿Será para Inodoro? ¿Será para Mendieta? ¿Habrá que recurrir a los siempre desaforados loros? ¿Se ajustarán a ese rol los poco refinados pampas del cacique Lloriqueo? ¿Deberán aparecer las alpargatas bactereológicas? ¿Será tema para el doctor Citado Nosocomio? Expídase. Elige los loros. Muy bien. Pero... ¿no le parece que un tema de acoso sexual, con miles de loros allí presentes, sería un tanto promiscuo? ¿No le suena como un tema necesitado de cierta intimidad? Nada de loros, entonces.
La cosa parece venir como anillo al dedo para Nabucodonosor II, el chancho campeón. Recurriremos, de todos modos, a la salvadora carpeta para rescatar algo atinente al apasionante mundo del porcino y llegar, triunfales, al remate. ¿Cúal es el remate? ¿Se le ocurre algunos? Córtela con los loros, viejo. Nabucodonosor II rechaza el acoso sexual de las chanchas. Aduce haber sido vendido a los Estados Unidos como reproductor. Fantasea futuras relaciones con las cerdas más bellas del mundo, las cover-pigs. Pero luego Pereyra lo vuelve a la realidad: su destino es una granja experimental de inseminación artificial. Ya sé, no es un final de gran nivel literario pero ¿qué pretende por el precio de un diario?. Confíe, a este final lo defenderemos con otros chistes más chiquitos.
Años atrás, cuando yo era joven, bello e inexperto, me conformaba con meter un chiste cada dos o tres cuadros. Nunca compartí la tesitura de algunas viejas páginas humorísticas de jugar todo el efecto de la historia al chiste del último recuadro. Hasta allí, nada provocaba en el lector ni la más minima sonrisa. Con ese sistema, el remate debía ser formidable para justificar la página. A usted le gustaban, bueno, no me extraña, usted todavía está bastante verde para entender de estas cosas. Aprendí, entonces, de los colegas contadores de cuentos: Landriscina, el Sapo Cativa, el Gordo Oviedo, que pueden narrar un chiste muy largo con final discreto, pero este final viene ayudado, aderezado, respaldado, por un montón de pequeños chistes intermedios, dichos, detalles, consideraciones, que van calentando la risa y le evitan al remate cargar con la responsabilidad del fracaso o del éxito del relato. Entonces, hoy por hoy, procuro meter, al menos, un chistecito, una ocurrencia por cuadrito, siempre que no desvíe la atención.
(el fragmento final, mañana...)
Segunda parte del texto al comienzo mencionado. Publicado en el suplemento Cultura y Nación -diario Clarín- el jueves 11 de junio de 1992.
(el fragmento final, mañana...)
Segunda parte del texto al comienzo mencionado. Publicado en el suplemento Cultura y Nación -diario Clarín- el jueves 11 de junio de 1992.
Historieta perteneciente a la revista Viva (s/f)