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Por gusto personal, he decidido dividir esta entrada en dos partes. La primera, para referirme a mi propia experiencia en cuanto a la presentación de "Landrú - El que no se ríe es un maleducado". Y luego transcribiendo los artículos publicados en el diario La Nación y en la revista Ñ, esto es, las verdaderas notas periodísticas, y que si bien -como en muchos otros casos- no es más que copiar y pegar, me interesa poder reunir en Sonrisas Argentinas estos textos que suelen aparecer dispersos o algo perdidos por la web, tal vez no valorados como corresponde.
Por suerte, y tal como se aconsejaba en la invitación, pude llegar a la calle Perú con cierta antelación. No había más que un grupo de diez personas, quienes debimos esperar muy poquitos minutos para poder ingresar. Por supuesto, el Salón de la Legislatura Porteña es un espacio muy bello y muy adecuado para la presentación del libro. Claro que, como simple lector, al no conocer a casi nadie en forma personal, decidí elegir un buen lugar y esperar al comienzo del acto.
Pero muy rápido (y por fortuna) la situación cambió mucho para mí ya que apenas giré mi cabeza hacia la izquierda vi sentado algunas filas de asientos más allá a Néstor Ibáñez -gran humorista gráfico-, quien fue uno de mis profesores en la escuela de Carlos Garaycochea hace ya unos años. Nos saludamos a la distancia, y me invitó a acercarme. Así que mientras charlaba con él (está trabajando con medios europeos), también tuve oportunidad de conocer a Lawry (compartíó con Ibáñez el staff de Humor Registrado) y más tarde a Diego Parés, quien se acercó a saludarlos. La gentileza de todos ellos me permitió compartir ese momento.
En el grupo luego intervino una investigadora del humor político. Reciente tesista, comentó que el trabajo desarrollado para su carrera universitaria se basaba en tal tema durante los años 70, por lo que actualmente estaba a la búsqueda de transformar sus textos en libro (teléfono, editores).
Pero muy rápido (y por fortuna) la situación cambió mucho para mí ya que apenas giré mi cabeza hacia la izquierda vi sentado algunas filas de asientos más allá a Néstor Ibáñez -gran humorista gráfico-, quien fue uno de mis profesores en la escuela de Carlos Garaycochea hace ya unos años. Nos saludamos a la distancia, y me invitó a acercarme. Así que mientras charlaba con él (está trabajando con medios europeos), también tuve oportunidad de conocer a Lawry (compartíó con Ibáñez el staff de Humor Registrado) y más tarde a Diego Parés, quien se acercó a saludarlos. La gentileza de todos ellos me permitió compartir ese momento.
En el grupo luego intervino una investigadora del humor político. Reciente tesista, comentó que el trabajo desarrollado para su carrera universitaria se basaba en tal tema durante los años 70, por lo que actualmente estaba a la búsqueda de transformar sus textos en libro (teléfono, editores).
En cuanto al acto, mucho mejor podrán saber los detalles a través de las notas que mencioné con anterioridad. De mi lado, puedo decir que en pocos minutos el Salón estaba colmado, con gente de pié en los pasillos laterales y gran cantidad de fotógrafos, periodistas y otros profesionales grabando dicho acto. Muchos humoristas gráficos, claro -Meiji, Maicas, Cativa, Langer- y con seguridad tantos otros que no alcancé a divisar debido a la gran cantidad de público asistente.
Tras las palabras de los conferencistas (breves, divertidas y sustanciosas), se pasó un video en pantalla gigante con las imágenes de Landrú desde su casa, alegre y jovial a sus 91 años...
Juan Carlos Colombres, cómo dudarlo, es un verdadero sociólogo e historiador de los últimos sesenta años de nuestro país, de sus costumbres y de sus vaivenes políticos. Sobradamente inteligente y humilde a la vez, se ha reído de los 'creídos', remarcando la ridiculez de su postura, pero sin agredir jamás, con altura, dignidad y ternura.
Juan Carlos Colombres, cómo dudarlo, es un verdadero sociólogo e historiador de los últimos sesenta años de nuestro país, de sus costumbres y de sus vaivenes políticos. Sobradamente inteligente y humilde a la vez, se ha reído de los 'creídos', remarcando la ridiculez de su postura, pero sin agredir jamás, con altura, dignidad y ternura.
Una vez terminado el evento, fue el tiempo de sandwiches, saladitos varios, masas y bebidas que desaparecieron con una velocidad asombrosa, sin negar que quien suscribe contribuyó en forma entusiasta a que tal hecho se produzca... Allí también pude charlar con Pablo Sapia, alguna vez participante de las reuniones quinterneanas.
Por entonces ya eran más o menos las 20 horas y era momento de regresar -subte mediante- al barrio de Flores. Y si el libro (muy lujoso y extenso) anda por las librerías en el fin de semana, trataremos de darle una miradita.
Ah!, a Landrú y a la gente que me dio la posibilidad de asistir, muchas gracias!
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Del Prado, Sábat, Barcia, Hanglin y Moscariello se refirieron al gran Landrú con inteligencia, humor y mucho afecto.
Fotografía: Fernando de la Orden (revista Ñ)
Landrú: de Perón a Kirchner,
60 años de humor político y absurdo
60 años de humor político y absurdo
Colegas y amigos presentaron ayer en la Legislatura ¡El que no se ríe es un maleducado!, un libro que recopila y analiza su obra; por sus trabajos, el premiado humorista fue perseguido y censurado en los 70.
Por María Elena Polack | LA NACION
Jueves 06 de marzo de 2014
"Puchunguita es un encanto/ mi puchunga es un primor/ las caderas de mi negra/ miden 122." Parte de la cumbia de Mike Laure, interpretada con cadencia por Juan Carlos Colombres, Landrú, fue la sorpresa de la presentación de ¡El que no se ríe es un maleducado! , la compilación de toda su obra.
El público que se acercó ayer al Salón Dorado de la Legislatura porteña sonrió y aplaudió la humorada de Landrú, que prefirió protagonizar un video casero para participar del homenaje que sus colegas, sus simpatizantes y los diputados de la ciudad ofrecieron ayer al destacado humorista.
"No estoy para emociones violentas", se había disculpado Landrú ante Horacio del Prado, el compilador del libro, quien contó la anécdota y dejó en suspenso el saludo del maestro hacia su público.
Fue divertido escucharlo cantar y reír "A puchunga la invitaron/ al velorio de Ramón/ el muerto vio sus caderas/ de pronto resucitó una cumbia", en el intento de restarle solemnidad al reconocimiento de toda su carrera.
¡El que no se ríe es un maleducado! es una amplísima recopilación de 10 capítulos y 462 páginas, editada por Alpha Text, en la que Horacio del Prado, hijo de Calé, otro historietista legendario, trabajó durante tres años, y que cuenta con prólogos de colegas, historiadores, especialistas en lengua castellana y hasta de la actriz Norma Aleandro, con la que Landrú compartió durante un tiempo un programa de radio.
Ciudadano ilustre de la ciudad desde 2003, Landrú nació en 1923 y publicó su primer chiste en la revista Don Fulgencio, de Lino Palacio, en 1945, donde su hermano Jorge Palacio, más conocido como Faruk, le sugirió el seudónimo que se convertiría en su sello de éxito.
En Cascabel aparecieron sus primeros trabajos de humor político, y en 1957 fundó Tía Vicenta, la revista que con ironía cuestionó la dirigencia nacional hasta su clausura, en 1966, durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía.
Antes y después de Tía Vicenta, su genio tuvo lugar en las páginas de Vea y Lea, Avivato, Pobre Diablo, Rico Tipo, Patoruzú, Sucedió con la Farra, Dinamita, Gente de Cine, Loco Lindo, Leoplan, Gente y la Actualidad, Somos, Mercado y los diarios El Mundo y Clarín.
En 1971, la Universidad de Columbia le otorgó el destacado premio María Moors Cabot, el más antiguo reconocimiento internacional en periodismo.
Entre sus personajes más destacados se recuerdan la Tía Vicenta, Rogelio "el hombre que razonaba demasiado", al Doctor Chantapufi y el señor Porcel.
Landrú ha satirizado la política argentina desde el primer mandato de Juan Domingo Perón en 1945 hasta la gestión del ex presidente Néstor Kirchner.
"El humor político de Landrú es una lima sorda: va poniendo en su lugar los ridículos", resumió el presidente de la Academia Nacional de Educación, Pedro Luis Barcia, que, en su habitual tono humorístico, recordó algunos de los chistes más absurdos de Landrú.
"La sumatoria del trabajo de Juan Carlos es monumental. Su humor no envejece, sino que es una gran calesita", sostuvo su colega Hermenegildo Sábat, actual presidente de la Academia Nacional de Periodismo, quien repasó sus inicios en el periodismo gráfico junto a Landrú.
El periodista radial Rolando Hanglin se definió como un "gran fanático de Landrú de toda la vida" y desgranó recuerdos y anécdotas personales. "Era el absurdo llevado al paroxismo", planteó Hanglin al referirse al creador de publicaciones fundacionales como la revista Tía Vicenta.
"Hemos trabajado juntos. Es el genio más grande de nuestro pequeño gremio de periodistas humoristas. Nunca agravió. Nunca agredió. Es un gran observador de las tendencias y de los tipos sociales. Siempre pescaba con precisión y con fuerza todos los tipos humanos de Buenos Aires y también sus conceptos y sus ideas", añadió.
En primera fila, buena parte de la familia de Landrú seguía con atención cada comentario. Uno de sus hijos, Raúl, asistió acompañado por buena parte de sus hijos y de sus nietos.
Apenas un poco más atrás, se repartían muchos amigos y colegas de la vida del humorista, como Miguel Brascó, Juan Carlos Saravia, José Claudio Escribano, Antonio Requeni, Norberto Firpo, Eduardo Meléndez, Luis Grosman y Daniel Balmaceda.
Casi todos tenían comentarios para hacer en voz baja y con una sonrisa nostálgica sobre los personajes de historieta que adornaban el pequeño estrado: el Señor Porcel, el Señor Cateura, Rogelio, María Belén, Tía Vicenta, Jacinto W el Reblan, Sir Jonás el Executive, el Gato Clase A, Mirna Delma.
Diputado porteño por Pro y vicepresidente de Boca Juniors, Oscar Moscariello ofició de anfitrión de la ceremonia en el Salón Dorado de la Legislatura y recordó el impacto que había causado en su familia la clausura de la revista Tía Vicenta, dispuesta por el gobierno militar de 1966.
"Como humorista político, hoy Landrú pondría una cuota de humor. Hacía sociología humorística", destacó Moscariello, al calificar el "humor político como un editorial de una profundidad enorme".
Landrú, maestro de la sátira social argentina,
por fin editado en un libro
"Landrú ¡El que no se ríe es un maleducado!" se presentó anoche en la Legislatura porteña.
El legendario humorista, de 91 años, recibió un cálido homenaje.
por MARCELA MAZZEI
Revista Ñ - Jueves 6 de marzo de 2014
Fue un aplauso emocionado el que recibió Juan Carlos Colombres pese a que no estuvo presente –porque, a sus 91 años, “no está para emociones fuertes”–, ayer, cuando se presentó el libro Landrú - El que no se ríe es un maleducado: 464 páginas que compilan por primera vez sus viñetas producto de seis décadas de trabajo. Fue en el Salón Dorado de la Legislatura porteña, donde la flamante edición de Alpha Text sirvió de pretexto para un homenaje al dibujante que hizo reír a varias generaciones y atravesó etapas de la historia argentina con un humor absurdo, de salón.
Los presentadores fueron el editor del libro, Horacio del Prado – hijo de Calé, talentoso humorista gráfico de los años 50 y 60–; el periodista Rolando Hanglin y el artista plástico y caricaturista de Clarín, Hermenegildo Sábat, junto al anfitrión Oscar Moscariello, legislador.
Personalidades como los presentadores y Rosendo Fraga, Sendra y Rogelio García Lupo, entre otros, pusieron en palabras las razones de su legado, a través de prólogos a cada uno de los diez capítulos del libro, publicado como parte de un trabajo de rescate que lleva adelante la Fundación Landrú.
“Su humor no incluye ironías, resentimientos ni revanchas... ”, escribió su colega Hermenegildo Sábat, que destacó su elegancia en el periodismo argentino.
A modo de seguimiento biográfico, el libro alterna textos y viñetas con líneas de tiempo que abonan el clima de época. El primer capítulo resalta el día en que –ya abrazada la vocación, a los siete años con la anécdota fundacional de su reescritura de La Biblia– el joven Colombres debutó como dibujante: una viñeta de Faruk (Jorge Palacio) lo muestra junto a Lino Palacio, director de Don Fulgencio. Allí, en la revista fundada el 17 de octubre de 1945, el mismo día en que nació el peronismo, Landrú comenzó su carrera. Y fue Faruk quien le señaló el detalle: con barba se parecía a un asesino serial francés, Henri Desiré Landru, y enseguida el humorista adoptó su apellido, con acento en la u, como seudónimo.
Armado con seudónimo y con la candidez de la juventud, encontró la fórmula para hacer humor político en tiempos convulsionados. Mientras trabajaba en Tribunales, sus dibujos y caricaturas circulaban en revistas como Cascabel, Vea y Lea y Pobre Diablo. Cuando debutó en Don Fulgencio, hacía apenas semanas que había finalizado la Segunda Guerra Mundial. Una década más tarde, veía derrocado al peronismo justo cuando sus personajes florecían con ímpetu, inspirados en su entorno: para “El Sr. Porcel” se inspiró en su propio padre, adepto a las discusiones políticas; mientras que su amigo y compañero de Tribunales, Rogelio García Lupo, sería “Rogelio, el hombre que razonaba demasiado”; y su tía Cora le dio letra a la “Tía Vicenta”, una señora que sin saber mucho amaba opinar de política.
Capítulo aparte le dedica el libro a Tía Vicenta, su proyecto independiente: una revista de la que fue director. Fundada en agosto de 1957, llegó a vender 500.000 ejemplares por semana. En sus páginas firmaron Caloi, Sábat, Quino, Oski, Copi, Siulnas, Garaycochea, Oscar Grillo, entre una pléyade de renovadores del humor gráfico. Allí se publicaron también las primeras fotografías intervenidas como parodia de los estilos periodísticos “serios”.
El 17 de julio de 1966 salió su último número. Algunos políticos como Aramburu o Alsogaray, se habían resignado a ser dibujados como vacas o cerdos; Onganía se vio convertido en morsa, no le gustó y lo censuró. El capítulo “Talento mata censura” muestra cómo Landrú hizo de las dificultades protagonista de sus propias creaciones.
Una nueva era lo tenía como estrella en las páginas de la revista Gente y la actualidad y de Clarín, poco después de recibir el Premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia en 1971. “En los 70 todavía las influencias de las señoras gordas de doble apellido, católicas, castradoras y eurocéntricas eran más fuertes”, escribe Sendra en su prólogo. “Y él supo plasmar a esa clase social, y a sus arrabales como una auténtica autopsia donde quedaban a la vista prejuicios, aspiraciones y frustraciones que estaban en el inventario de casi toda la clase media y alta argentinas”, resume quizás su mérito más sobresaliente, el de haber interpretado los vaivenes de un mundo cambiante, y haber dejado una marca. Fue él quien le puso de nombre Villa Cariño a la zona conocida así, en Palermo y el país; él acuñó la frase “gente como uno” para sintetizar las incómodas manías de pertenencia de clase en una sociedad sacudida por el peronismo; y de su puño salió el presidente Arturo Illia caracterizado como tortuga, imagen que se instaló en nuestra historia.
Presente a través de un video grabado por su nieto, Landrú pidió que sus colegas lean el libro y que “le den su opinión”.
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