Abel Ianiro es mayormente reconocido por sus extraordinarias caricaturas, no solo en el ámbito argentino, sino también en el internacional. Sin embargo, su creatividad lejos estuvo de terminar allí. Creó una gran variedad de personajes, que seguramente podrían haber sido muchos más si no fuese por su lamentada y temprana muerte, a los 43 años.
Entre ellos, figuran Tóxico y Biberón, una dupla bastante particular y, se diría, algo surrealista: Se trata de padre e hijo. El primero lleva la maldad en la sangre y el segundo es el ser más inocente y bonachón que podamos concebir. Relación muy improbable pero por esa misma razón eficaz mecanismo generador de humor. Esta combinatoria de absurdo y grotesco se refuerza con la enorme distancia en las características de sus respectivas humanidades, gestos e, incluso, en el ropaje. Vale la pena prestar atención a ellas, como a los distintos puntos de vista que Ianiro va diseñando en cada cuadro, y a la ambientación. Por supuesto, como bien corresponde a una historieta de estas características, más aún en esa época, Tóxico fallará en todas y cada una de las veces que intente concretar sus maldades, e incluso recibirá alguna paliza de vez en cuando.
Los páginas fueron tomados de la revista Leoplán, muy popular y valorada allá por los años '40 del siglo XX, y que le daba gran importancia al humor gráfico dentro de sus páginas repletas de literatura.
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