Maestros

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jueves, 15 de diciembre de 2011

En España recuerdan a Copi

Al cumplirse un nuevo aniversario del fallecimiento de Copi, el sitio http://www.adn.es/ lo recuerda con el siguiente texto. He agregado una fotografía del dibujante perteneciente a la revista Argentina número 5 del mes de agosto de 1969 y un trabajo realizado para Tía Viceta unos años antes de su partida a Francia.

Copi, la viñeta en las tablas y los párrafos
Sergi Falcó

Se cumplen 24 años de la muerte del ecléctico autor argentino, que usó su concepción disparatada y visual de la realidad tanto en las historietas como en el teatro o las novelas

La popular 'femme assisse', de Copi.

Ser un autor argentino y destacar suele equivaler a ser el blanco perfecto de las comparaciones y las herencias. Es habitual disponer a los grandes nombres siempre con el filtro inevitable de las influencias de autores previos. Los que le deben más a Borges o a Arlt, por ejemplo. Sin embargo, incluso en el enfermizamente referencial panorama literario argentino se pueden encontrar rara avis.
Uno de ellos fue Raúl Damonte Botana, más conocido como Copi. Esta semana se cumplen 24 años de su muerte, que le alcanzó en Paris sin haber llegado al medio siglo de vida. Eminentemente provocador, capaz de saltar del humor sutil al cafre y de jugar con el absurdo y con lo patético a partes iguales, Copi fue ante todo un storyteller: lo suyo era sacarse relatos cortos de la chistera y combinarlos. De ese modo, ideó de una forma tan natural las viñetas como las obras de teatro, e incluso las novelas.
Lengua francesa, pensamiento argentino
Escribió siempre lejos de su patria. Si bien su exilio, al principio forzado y más tarde voluntario, no constituye un argumento de su rareza -pensemos sin ir más lejos, en Cortázar-, sí que deja una consecuencia que acentúa de cierto modo su obra. Y es que Copi escribió toda su prosa y su teatro y sus viñetas en francés, lengua adoptiva que dominaba a la perfección ya antes de ir a Paris.
Y no por ello olvidó sus raíces. De hecho, en obras como Eva Perón o novelas como El uruguayo, La vida es un tango o La Internacional Argentina -estas últimas tres, editadas por Anagrama en Obras (Tomo I), 2010- o bien el escenario o la historia tratan con una extraña mezcla de sorna indisimulada y de feísmo los cleavages más importantes de la idiosincrasia de su país de origen.
Su uso de la lengua francófona conlleva otro efecto, este ya más culpable de que se le considere un satélite aparte en la cartografía de autores argentinos. Notablemente olvidado en su país hasta los noventa, tardó en editarse en castellano. Sin embargo, su excepcionalidad se debe más a otros ámbitos.
Versátil pero siempre igual
Dos, en concreto, que se combinan. Por una parte, es uno de los autores más versátiles que ha dado la creación argentina, capaz de pasar de las viñetas mordaces -en Francia, su Femme assisse, que publicó durante una década en Le Nouvel Observateur, se convirtió en un personaje fetiche- al teatro -siempre escribiendo, a veces dirigiendo e incluso encima del escenario, junto al grupo Pánico- o la novela sin inmutarse.

Tía Vicenta número 7 (1958)

La otra parte es que lo hace fiel a un estilo de fotógrafo oportunista, es decir, de dibujante de cómic. El desarrollo de sus temas -de disparatados entramados conspiranoides a ratas y personajes extraviados, pasando por sexo y demás vergüenzas transformadas en desvergüenzas- evoluciona siempre como una sucesión de escenas que rozan la inverosimilitud con una naturalidad que engancha. Su don fue el de trasladar la frescura y la omisión de la viñeta a las tablas o a las novelas. Ocurre con sus personajes, que avanzan por sus historias como a quien lo van disfrazando a trompicones, y suelen terminar parodiados o transformados en falsas figuras extremas. También en sus estructuras -La vida es un tango, su única obra escrita originalmente en castellano, cuenta la vida entera de un hombre a partir de tres días señalados y muy separados en el tiempo-, que incluso juguetean con el surrealismo y la literatura del absurdo en alguna ocasión -la más clara, El uruguayo-.
Su actitud espontánea, que también asociaba a su propio personaje farandulesco, es lo que le distancia de otra de las ramas de la literatura argentina, la de los simbolistas y provocadores Macedonio Fernández, Osvaldo Lamborghini o Alejandra Pizarnik. Comparte sus dos rasgos, pero se aleja diametralmente en tanto en cuanto lo suyo no es precisamente la solemnidad. De hecho, en el propio uso del lenguaje -aunque originalmente en francés-, Copi destaca por ser diáfano e incluso por trascender las fronteras de lo informal, dando paso a jergas y coloquialismos sin ningún pudor.
Acaso se parezca en su uso de la anécdota y de la imagen a otra figura de excepción de la literatura argentina, César Aira. El escritor, que es conocido por publicar en intervalos de tiempo de seis meses, siempre novela corta escrita, según cuenta, a razón de una cuartilla por día y sin derecho a corregir el rumbo de la narración hasta que no la termina, fue precisamente quien repuso en el mapa literario argentino a Copi. Lo hizo a partir de la edición de una conferencia magistral sobre el díscolo autor porteño (Copi, Beatriz Viterbo Editora, 1991) en la que mostraba su fascinación por el que, como él, suscitó la admiración de compañeros de profesión y crítica pero no halló el reconocimiento de la masa.
En literatura, está comprobado, nadie se resiste a la comparación, ni siquiera las figuras más genuinas.

Para quienes quieran disfrutar de La Mujer Sentada en este mismo blog, cliquear aquí:

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