Maestros

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jueves, 29 de marzo de 2012

Reportaje a Kioskerman en el diario Los Andes (Mendoza)


El sábado pasado la edición on line del diario Los Andes (Mendoza) publicó este reportaje a Pablo Holmberg (Kioskerman), realizado por Claudio Pombinho.
Creador de “Eden” y dibujante - como él mismo expresa - en la línea de Liniers y Max Cachimba, pertenece a la última generación de historietistas argentinos. Esto contribuye a que su tira (de la que ya se ha editado un libro recopilatorio) tenga dos particularidades bien definidas: ningún medio de papel marcó el inicio de Eden, sino el sitio en internet de su autor. Y un estilo - cuyo formato en principio correspondería al que culmina con el clásico “remate” - que va guiando por otros caminos, transformándolo en distinguible y creativamente personal.

El paraíso dibujado
Claudio Pombinho - Especial para Cultura Los Andes

Es el dibujante del momento. Sus últimos trabajos reciben críticas elogiosas de todas partes del mundo. Aquí, una entrevista al autor de la tira “Edén”, historias que “buscan menos la sonrisa que decir la intensidad de un instante”. ¿Existe la historieta-arte como contraposición de la pasatista?
Aún habiendo sido traducido al inglés, al francés, al portugués, publicado en la prestigiosa editorial canadiense “Drawn & Quarterly”, elogiado por gigantes de nuestra historieta como Max Cachimba, Liniers o Pablo De Santis y seleccionado por el crítico inglés Paul Gravett para el recientemente editado libro “1001 Historietas que hay que leer antes de morir”, “Edén”, la tira de cómics de Pablo Holmberg (31) –también conocido como Kioskerman–, continúa semana a semana sin perder un solo trazo de la frescura con la que hace seis años comenzó.

Una frescura, eso sí, extraña, una mirada zen sumergida en un mundo de fábula que logra una conexión tan íntima como misteriosa con la cotidianidad de sus lectores. Una frescura, decíamos, que el autor nacido en Buenos Aires alcanzó luego de renunciar a la rutina extenuante de un trabajo agotador y encontrar un empleo que le dejó el tiempo para expresarse de un modo más sustancioso: “Comencé a hacer la tira semanal en 2004, cuando tenía 24 años”, cuenta Pablo.

“La subía todos los domingos a mi sitio y luego le enviaba un mail a mis amigos y familiares avisándoles que ya la podían leer online. Eso lo sigo haciendo hasta el día de hoy. En aquella época hacía una tira que se llamaba Señor del Kiosco, que era humorística y que luego autopubliqué en un diario formato tabloide a color, que se vendía a beneficio de un comedor social en el barrio de Palermo Viejo”.

–¿En qué momento te diste cuenta de que lo tuyo iba por el lado del cómic?

–Los cómics siempre me produjeron la misma fascinación en cada etapa de mi vida, desde que empecé a leer con Ásterix, Tin Tin y Lucky Luke. Hasta los 24 años venía trabajando como redactor publicitario, un trabajo donde todos los días tenía que pensar ideas, pero llegó un punto en que me cansé de trabajar hasta cualquier hora todos los días y todos los fines de semana, y abandoné la publicidad.

Me fui a trabajar a una empresa, en un trabajo mucho más administrativo, pero no quería frenar el ejercicio de la creatividad. Justo en esa época me regalaron el primer libro de Macanudo. A Liniers lo venía leyendo desde la época de Bonjour, en Página12, pero al leer ese libro en particular me di cuenta de que eso que él hacía era algo que yo entendía, que podía hacer: ideas desarrolladas en formato corto. Le encontraba un parecido a lo que hacía en la publicidad. Así fue que hacer tiras se transformó en el ejercicio creativo que estaba buscando.

–¿Y cómo surgió Edén?

–Edén no arrancó hasta 2006. Señor del Kiosco había estado fuertemente influenciada no solo por Liniers, sino también por otros autores contemporáneos de cómics absurdos como Tony Millonaire, Kaz o Michael Kupperman. En ese momento me planteé que quería despegarme de todos ellos, hacer una tira diferente, que agregara algo nuevo, aunque fuera muy pequeño, a la historia del cómic.

No quería seguir repitiendo lo que ya habían hecho otros. Por eso empecé a experimentar con una tira que no estuviese basada en el humor sino en la exploración de mis sentimientos y emociones. Quería hacer una tira que utilizara el ritmo de “Peanuts”, de Charles Schulz, pero que estuviese vinculada a una especie de autobiografía de mis sentimientos y que tuviese lugar en un mundo fantástico. También me planteé que no hubiese personajes fijos que dictaran las situaciones, sino que el mundo mismo fuera el personaje.

–Otro de los autores que alguna vez mencionaste como influencia es Max Cachimba, cuya obra creo que todavía no tiene el reconocimiento que merece... Y él también habló muy bien de tu obra, algo muy meritorio porque no suele hablar ni mostrarse mucho. ¿Llegaste a conocerlo?

–Sí. El trabajo de Max Cachimba también fue muy importante para mí. Creo que su obra tiene esa cualidad atemporal que guardan los clásicos. Hace algunos años, cuando pintamos con él y otros autores de cómics un mural en la desaparecida Casa Linc, en Capital, se me acercó y me regaló una viñeta original de una página que había hecho para Fierro y que yo le había comentado que era mi trabajo preferido de él.

–Volviendo a Edén, ¿cómo te llevás con la idea de “humor” en esa tira? Porque uno suele esperar un remate gracioso, pero lo tuyo muchas veces va por otro lado...

–Es lo que se suele esperar porque el formato tira de diario está tradicionalmente vinculado al humor. Nació en los diarios de Pulitzer y Hearst a principios del siglo pasado, en Estados Unidos. Se los llamaba “funnies”, lo que acá sería algo así como “los chistes”, y tenían un fin comercial: generar mayor circulación en la venta de los periódicos.

La tira fue muy popular durante casi todo el siglo pasado y luego comenzó a perder espacio y popularidad. Argentina es hoy una excepción mundial, donde el formato sigue teniendo prestigio y visibilidad. Es por eso que la gente espera encontrar humor en una tira, por el código de comunicación asociado históricamente con el formato.

En Edén aproveché la estructura rítmica de ese formato, pero intenté cambiar el contenido esperado: por lo general no hay “chistes” en una tira de Edén. Creo que el escritor Pablo De Santis lo definió en forma muy acertada cuando dijo que las tiras de Edén “buscan menos la sonrisa que decir la intensidad de un instante.”

–¿Tenés un método de trabajo?

–Me siento atraído a volcar mis expresiones en formatos cortos. El formato corto me permite cierta espontaneidad donde la mente tiene poca cabida. Después de tantos años de práctica las ideas me bajan ya con un ritmo de cuatro viñetas. Esto me permite un mínima intervención racional en la edición, que es lo que busco.

Para mí, el formato “tira de diario” no debería ser vinculado como el “formato para el humor” sino simplemente como un cómic corto. Pero es lo que sucede y acepto que así sea. De hecho Edén en Argentina fue catalogado como “Humor gráfico”. En internet, desde hace años, se están viendo experimentos muy interesantes con relación a este formato. Sobre todo porque funciona muy bien en la pantalla de una computadora. Es acorde a los tiempos cortos de lectura de la web.

–¿Cómo se dio lo de Drawn & Quarterly y lo de “1001 Historietas”?

–Eso fue algo que también me tomó por sorpresa. Por ejemplo cuando Sudamericana me invitó a publicar era muy difícil pensar que a un autor de cómics en la web, que no había publicado nunca en un medio de papel, pasara a ser editado por una editorial de esas características. Ni siquiera me había imaginado que eso fuera posible y tampoco pensaba ofrecerlo. Pero las cosas se fueron dando así.

Me fueron llegando mails con ofertas, sin buscarlo. Hoy Edén está traducido al inglés, francés y portugués, y también se editó en España. Lo de Drawn and Quarterly tal vez fue lo más sorprendente, porque esa fue la editorial que me dio mi mayor educación acerca de los cómics en los últimos 10 años. Lo de 1001 cómics me produjo una alegría muy grande porque el editor, Paul Gravett, es un crítico inglés al que respeto. Su mirada es global, está interesado en los cómics de todo el mundo.

–Hace un rato hablaste de los sentimientos con que trabajás a la hora de crear “Edén”, y esa es también una de las particularidades de la tira, ¿no?, los sentimientos que exponés ahí...

–Bueno, cuando comencé con Edén coincidió con que me encontraba atravesando
circunstancias difíciles de mi vida, que me generaban sufrimiento, y cuando me sentaba en el tablero no podía poner mi cabeza en modalidad “voy a pensar una idea para un chiste”, sino que me sentaba y escupía algo que venía de otro lugar.

Creo que Edén me enseñó el valor que yo le doy hoy al arte. Es un lugar sagrado para mí, que me transforma y me enseña. Las tiras de Señor del Kiosco hacían reír a la gente y alimentaban un ego propio de la edad en que las hice, pero Edén me tomó por sorpresa. Mientras yo pensaba que estaba construyendo un cómic, como te contaba antes, en realidad ese cómic estaba transformando mi interior y mi entorno.

Y en algún momento comenzó a tomar vida propia, hasta el punto de que yo mismo ya no entendía qué era Edén o por qué lo hacía. Todavía no lo entiendo. Le busqué mil explicaciones a por qué lo sigo haciendo, por qué no quiero hacer otra cosa, pero no las hay: aprendí a aceptarlo como es, y le tengo mucho cariño y respeto.